martes, 21 de junio de 2011

Vivir sin Aromas

Una pregunta para comenzar: ¿Se imagina pasear por un campo cuajado de primavera privado de la maravillosa sensación de disfrutar de sus aromas?, ¿entendería degustar un rico plato sin saborear a la par su olor?, ¿encendería y apagaría tranquilo el gas a sabiendas de que su nariz no podría alertarle de una fuga que pusiese en riesgo su salud?
Y es que el olfato nos conecta con el mundo en que vivimos y nos aporta una valiosa información sobre nuestro entorno. Eso a pesar de que es probablemente el sentido menos desarrollado de los seres humanos. Poco que ver con lo que sucede en el mundo animal donde, por ejemplo, el perro posee 20.000 veces más olfato que el ser humano.
«En las especies filogenéticamente inferiores el olfato, en la mayoría de ellas, llega a ser un sentido prioritario», explica el jefe de servicio de Otorrinolaringología del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, Tomás García Fernández de Sevilla, quien insiste en que esto es una utopía para el ser humano.
Pero pese a todo y aunque este sentido en las personas no esté tan desarrollado, perder la capacidad de oler o no contar con ella al completo constituye un problema para aquellos aquejados por esta patología denominada anosmia, cuando la pérdida del olfato es total, e hiposmia, cuando es parcial.
Las causas
Y, ¿por qué se produce esa pérdida? García Fernández señala que se debe fundamentalmente a dos motivos. La primera de estas causas es «porque los vapores que desprenden las cosas y que transmiten el olor no llegan a la terminaciones nerviosas del nervio olfatorio que está en la nariz», apunta. Esto significa que cualquier tipo de obstrucción nasal puede producir una anosmia. Ésta es la denominada anosmia de transmisión «porque no se transmite».
Así en este sentido las obstrucciones nasales, pólipos, congestión, gripe, catarros intensos o un tumor nasal, pueden provocar mayor o menor grado de hiposmia e incluso una anosmia completa. Afortunadamente estas anosmias sí tienen tratamiento y se elimina la causa, bien sea un tumor, un pólipo o una obstrucción, el afectado recupera este sentido que le conecta con el mundo de los aromas y los olores.
La lesión del nervio olfatorio es la otra causa de la pérdida de este sentido. En este caso se conoce como anosmia perceptiva. «Ésta es la más severa y además no se soluciona fácilmente», detalla el responsable del servicio de Otorrinolaringología del Complejo Hospitalario quien asegura que en muchas ocasiones se desconoce lo que origina la anosmia perceptiva. Aunque básicamente suele haber dos grandes causas.
Así, el origen puede ser de tipo vírico en el curso de una enfermedad vírica como puede ser una gripe, o bien puede estar provocada por un traumatismo craneoencefálico «con lesión de la lámina cribosa del etmoides, que es el techo de la nariz y suelo de la fosa cerebral anterior que es donde radica el bulbo olfatorio».
El tratamiento en el caso de estas anosmias, tal y como subraya el doctor García Fernández de Sevilla, es «muy malo». Y, ¿por qué? «Porque no hay conocimiento todavía suficiente de donde radica la lesión para poder recuperarla», matiza añadiendo, a renglón seguido, que algunas se recuperan «espontáneamente» transcurridos unos meses.
En el servicio de Otorrinolaringología señalan que la anosmia afecta a un porcentaje de la población más importante de lo que se cabría pensar.
También reconocen que este problema provoca cambios significativos en aquellos que lo sufren. «Supone una limitación. Lógicamente a unos pacientes no les supone ninguna y a otros les supone mucho», reflexiona indicando que hay personas que padecen anosmia que llegan a obsesionarse con saber si huelen bien o mal o con ponerse perfumes ante la inseguridad de no saber cual es el aroma que desprende su cuerpo.
Medir lo que olemos
Pero, ¿cómo se mide el olfato?, ¿cómo se sabe cuál es la capacidad que uno tiene para oler o la intensidad que le llega del olor en cuestión? Son preguntas que no son baladí. Y es que, como afirma García Fernández de Sevilla, mientras que sí es posible determinar con precisión la capacidad de visión o de audición, en el caso del olfato no sucede lo mismo lo cual también supone un impedimento añadido a la hora de encontrar tratamientos.
«En este caso la medida es muy subjetiva y, por tanto, los resultados, son muy subjetivos», puntualiza indicando que el «olfatómetro» del que algunos hablan no es completamente fiable.
También aclara que existe cierta confusión entre el olfato y el gusto, dos sentidos íntimamente ligados ya que «la boca y la nariz se comunican por la parte de atrás».
Así señala que hay una mezcolanza muy clara entre el sabor de un alimento y el olor. «Parte del olfato viene también por la inhalación a través de la boca y la parte posterior que va a la nariz y nos informa», apostilla García Fernández de Sevilla.
De ahí que no sea extraño encontrar a pacientes que sufren anosmia y que se quejan de alteración en el gusto aunque «está por ver si realmente hay lesiones en el aparato gustativo». Curiosamente cuando el problema es a la inversa esta queja no suele darse. «Vemos pacientes con lesiones del gusto que no se quejan jamás de alteraciones del olfato», subraya.
Restar importancia
El jefe del Servicio de Otorrinolaringología del Complejo Hospitalario advierte asimismo que generalmente «a todos los problemas de la olfacción les damos poca importancia».
Para ilustrar su afirmación el especialista en esta materia aporta un dato que no deja lugar a dudas por su contundencia.
Y es que en el último Congreso Nacional de Otorrinolaringología celebrado el pasado mes de octubre en Valencia de las 2.427 comunicaciones de toda la patología que se presentaron, tan solo cuatro se ocupaban del olfato.
Algo que a García Fernández de Sevilla no deja de sorprenderle. Máxime si se tiene en cuenta que en una sociedad del «ocio y el confort» como es la actual, el sentido del olfato cobra un papel muy importante.
«No sólo te alarma contra olores desagradables o peligrosos, como puede ser un escape de gas, sino que te pone en contacto con un mundo de placeres», señala subrayando la importancia de los aromas en la gastronomía, en los perfumes, en el vino.
«Es fundamental», reitera al respecto añadiendo un nuevo aspecto a tener en cuenta. «Todo el mundo sabe que el olfato, aunque el hombre lo tenga poco desarrollado, es un factor importante en el deseo sexual», indica García Fernández de Sevilla.