miércoles, 8 de junio de 2011

Aromas de colección


¿A qué huele una obra de arte? A flor de naranjo, tostada, tabaco, heno, miel azucarada, hongo, ozono, ahumado, frutos, madera y un montón de cosas más. O por lo menos esto es lo que percibe Ernesto Ventós ante cada una de las piezas de su colección, que recoge firmas tan reconocidas como Chillida, Barceló, Tàpies, Plensa, Christo y Rebecca Horn, y formatos tan diversos como pintura, instalación, vídeo, fotografía y escultura. Y siguiendo esta clasificación aromática las exhibe en la muestra Olor Color, en el Arts santa Mònica hasta el 25 de septiembre.
No es la primera vez que el perfumista, de ahí su pasión por los olores, expone su fondo, de hecho esta es la decimocuarta muestra, pero sí es la primera vez que lo exhibe de esta forma: asociando las piezas a una paleta de olor y color. ¿Significa esto que las obras desprenden físicamente algún tipo de aroma? No. Significa que para el coleccionista, las piezas evocan notas olfativas, recuerdos que él percibe a través del olor, «como el aroma de la luna cuando se retira al amanecer o la tierra húmeda del País Vasco», apunta Ventós.
Siempre es así. De hecho, para comprar las piezas el coleccionista se guía por la nariz, no por la vista. «Si una obra no le recuerda alguna cosa olfativamente, la descarta», explica Crsitina Agàpito, conservadora de la colección Olor visual, que así se llama el fondo de arte atesorado por Ventós durante los últimos 33 años. Una colección -cuya cifra total no quiere revelar, por considerarlo intrascendente- que empezó a gestarse en 1978 en la Fundació Miró, cuando en el centro de Montjuïc se presentó Suggestions olfatives, una de las primeras exposiciones en Barcelona que relacionaban arte y ciencia.
Fue entonces cuando Ventós empezó a contactar con artistas y galerías para que interpretarán plásticamente el olor, al tiempo que los artistas conceptuales le pedían que creara equivalencias entre colores y olores. El primero en entender sus intenciones fue Albert Ràfols-Casamada, que de hecho ya tenía una serie dedicada a sus recuerdos olfativos de infancia. De este conjunto de pinturas salió la primera obra de la colección de Ventós: Lavanda (1979).
La paleta del perfumista
Luego vinieron otras piezas por encargo como la escultura The Smell of Art (2010), en la que Eugenio Merino reproduce al coleccionista con la pieza Mierda de artista (una lata que supuestamente contiene excrementos), de Manzoni, entre las manos. Y otras piezas compradas en el mercado, como Red (2006) de María Núñez, y Cyc 9, de Bill Durgin. Todas ellas forman parte de las 88 obras expuestas en la muestra y que se han seleccionado con criterios olfativos y se han clasificadas según la paleta del perfumista: una tabla periódica que relaciona colores con olores. Así, bajo el criterio Cítrico se muestran tres piezas marcadas por los tonos amarillos, pero en Animal no mandan los colores sino las texturas de la piel o los órganos vitales.
El objetivo de todo ello: aprender a mirar las obras de arte desde el sentido más íntimo, el olfato.